martes, 30 de agosto de 2011

PARRESIA Y ALTERIDAD

En la Antigua Grecia eran muchas las situaciones que llevaban a ciertos interlocutores a formular discursos impregnado de verdad, y de rechazo crítico a una figura de autoridad. Fue entonces que surgió la palabra “parresía”, que hoy en día podemos traducir comúnmente como franqueza, pero que en realidad adopta muchas otras características, como lo son el valor moral, el valor crítico, un riesgo asumido, y el deber cívico.
La parresía debe ser necesariamente emitida por un hablante que goze del privilegio de poseer la verdad, que de hecho comprendo como una verdad absoluta e indiscutible: “Yo utilizo mis creencias para discutir tus acciones, porque mis creencias son verdaderas”. Es quizá en este primer punto que podemos encontrar la diferencia más básica con la “alteridad”, que en cambio busca intercambiar la perspectiva propia por la visión del otro, comprendiendo así su punto de vista y su concepción del mundo. En este sentido, una posición de alteridad diría “Yo acepto tu creencia como cualquier posibilidad de creencia o de verdad”.
Es evidente que tanto la parresía como la alteridad buscan una nivel de relación con la Verdad. El parresiastés se apropia de la verdad, y goza del privilegio de utilizarla como arma, porque el él está fuertemente vinculado a un valor moral, a un deber, y a un riesgo que lo acreditan como poseedor de ésta. Al haber una única posibilidad de verdad, es también el único que la utiliza en una discusión.
La alteridad, desde un inicio, se deshace de esa Gran Verdad para aceptar una gran multiplicidad de verdades: acepta tantas verdades como seres humanos y busca no darle más valor a una verdad en particular, pero sí argumentar o
complementar cada creencia con un contexto. La alteridad no fomenta una discusión, ni un enfrentamiento, y por lo tanto no asume un riesgo.
En este mismo orden de ideas, el valor moral del sujeto de la enunciación, es reevaluado al momento de hablar con alteridad. Digamos que la moral es el conjunto de creencias o dogmas que caracterizan un obrar bueno, en oposición a uno malo. Mientras que la parresía puede ir de la mano de la moral, porque supone que existe una única moral (o un bien y un mal absolutos), la alteridad elimina tanto el valor de la verdad, como el valor de la moral, para de nuevo comprender el universo de posibilidades que pueden apreciarse desde las múltiples culturas humanas.
Desde mi punto de vista para hablar de alteridad requerimos de un marco más amplio que el que requiere la parresía, de tal forma que puedan contemplarse las posibilidades con lejanía y objetividad. La parresía, por otro lado, requiere que los dos individuos que juegan con ella estén sumergidos en el mismo plano socio-cultural. Así como un esclavo no puede usar la parresía para dirigirse a un tirano, no tiene caso pensar en usar la parresía en un intercambio entre dos culturas. Un parresiastés puede criticar a un líder tiránico porque en su sociedad se conocen la justicia y los derechos humanos (caricaturizando).

Daniela Figueroa.

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